La marca España

La victoria de la selección española ha coincidido con una subida de las temperaturas en toda la península. Estos días de celebraciones estamos comprobando declaraciones sorprendentes que no sólo se explican por la falta de memoria de quienes las hacen sino por el impacto del calor. Sin ir más lejos, varios ministros del Gobierno están dispuestos a relanzar la ‘marca España’ aprovechando el tirón internacional del triunfo.

En sus declaraciones, los ministros de Exteriores e Industria han comentado que la victoria llega en un buen momento porque se había reducido considerablemente la partida destinada a la promoción de nuestro país en el exterior. Dicen que el triunfo ha supuesto un plus de promoción mundial de un valor incalculable en términos de mercado. Los mismos que suprimieron el término ‘España’ en el entramado institucional ahora quieren recuperarlo: ¿no se llamaba Alta Velocidad Española (AVE) lo que ahora se llaman Líneas de Alta velocidad (LAV)?

Han tenido que esperar que España gane el mundial para caer en la cuenta de que la unión, el esfuerzo, el sacrificio, la perseverancia, la confianza mutua, el trabajo en equipo, el liderazgo de Vicente del Bosque y cierta dosis de fortuna son factores indispensables para la promoción de la ‘marca España’. Como bien saben los expertos en marcas, además de factores intangibles vinculados al imaginario público y comercial donde se sitúan los productos, hay factores tangibles relacionados con la gestión del tiempo, los hábitos, la confianza, la autoestima y las virtudes de personas que soportan físicamente los productos.

Es poco serio pretender recuperar en dos días la carga de un barco que se ha ido perdiendo durante seis años por un boquete en la bodega. Aunque la fiesta siga en la cubierta, si no se reparan las grietas, si no se corrige el rumbo y si no se acepta la realidad de la tormenta, de nada vale ampararse en la euforia. Los pueblos son mucho más que su marca y de nada valdrá este triunfo si nuestro barco sigue a la deriva y nos ahogamos en la bodega. El Titanic fue algo más que una película, es una metáfora para evitar que se hundan los pueblos y desaparezcan las marcas.

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