A bordo de la historia del Titanic
BARCELONA.- A las dos y algunos minutos de la madrugada, los supervivientes entonaban un cántico religioso aferrándose a la vida en unos botes en los que hubieran cabido muchos más pasajeros de los que se salvaron. Su angustioso canto se vio interrumpido por una explosión. El Titanic se hundía definitivamente tras tres horas de agonía. El silencio se apoderó de todo. 1.503 personas murieron. Apenas 700 salvaron la vida. Su testimonio ha servido para crear una exposición que ya han visto casi 28 millones de personas.
Esta muestra, que acaba de llegar a Barcelona, es sobre todo una recreación de las pequeñas historias que compusieron la mayor tragedia marítima de todos los tiempos. No se trata tanto de una exhibición de objetos -aunque también los hay, y de muchísimo valor- como de un homenaje a quienes perdieron la vida en aquel «maravilloso nuevo buque» del que hablaba todo el mundo a principios del siglo XX y que el mar engulló a los cuatro días de vida para convertirlo en leyenda.
La visita no sería lo mismo sin la guía de audio que acompaña a las fotografías e imágenes que se exhiben en las paredes del Museo Marítimo de Barcelona. Una voz grave, envuelta en una música conmovedora, invita a los pasajeros a subir al Titanic atravesando una pasarela de la que cuelgan dos simbólicos salvavidas. De nada hubiesen servido la madrugada de aquel 15 de abril de 1912 en la que «el barco de los sueños» se fue a pique.
El recorrido comienza con los pormenores del proyecto de la naviera ‘White Star Line’ que se fraguó en un edificio londinense que hoy alberga la embajada de España en el Reino Unido. El visitante podría perderse en la maraña de cifras y datos que la guía le ofrece pero enseguida surgen las historias personales que surcaban el Atlántico a bordo del Titanic.
Los que le dieron vida
El adinerado matrimonio Widener volvía a EEUU después de haber viajado a París en busca de una tela especial para confeccionar el vestido de novia de su hija, que planeaba casarse meses más tarde. Les acompañaban su hijo y su mayordomo. Tras la tragedia, el cuerpo de éste fue hallado con los bolsillos de su abrigo repletos de las joyas y el dinero que había ido robando a los Widener durante la travesía.
A estas historias de picaresca se unen otras de héroes que habrían sido anónimos de no ser por la memoria de los supervivientes. Como la del oficial Murdoch, que fue quien dio la orden de cerrar las puertas estancas del barco. Si no hubiese tomado esa decisión, el buque se hubiera hundido en 30 minutos y no en las tres horas que permitieron evacuar al menos a parte de los pasajeros.
Una reproducción de esas puertas estancas forma parte de la exhibición. Lo mismo que las vajillas, las silas, la publicidad, los menús e incluso la única lista oficial de pasajeros que se tiene de aquel viaje. Uno de los lugares más emotivos de la exposición es sin duda el reservado a la orquesta del Titanic, a la historia de aquellos hombres que, mientras la nave se hundía, siguieron tocando sus piezas habituales para ‘suavizar’ la agonía de los pasajeros. Uno de los atriles que empleaban cada noche acompaña a un gran mural con las fotografías de todos ellos.
Si bien la exposición muestra la única maqueta ‘abierta’ del barco, que permite examinar con detalle la distribución interior del casco, el lugar más espectacular es el que reproduce la escalinata de proa por la que los pasajeros de primera clase accedían al comedor. Realizada con una técnica especial creada para ‘engañar al ojo’, da la sensación de profundidad suficiente como para hacer creer que uno tiene delante de sí una escalera de verdad. Ha sido elaborada con oro líquido, hierro fundido y una madera especial que reproduce el roble en el que fue construida la original.
La música y el relato de los hechos van conduciendo al pasajero a lo largo de los pasillos de primera clase, las literas de tercera, el comedor a la carta o la sala reservada a los fumadores adinerados.
El proyecto final
Además de las fotografías y las cartas con las que se ha reconstruido la historia, los responsables de esta exposición, la asociación ‘Titanic Centenary 2012’, han empleado el testimonio de los supervivientes. Tras la tragedia del barco, fueron rescatados en alta mar y conducidos a EEUU, ante cuyo Senado prestaron declaración oficial.
Esta muestra comenzó a dar la vuelta al mundo en 1999, aunque no siempre fue como ha llegado a Barcelona. Al principio era una simple muestra de objetos que fue enriqueciéndose hasta convertirse en el apasionante recorrido que resulta hoy. Tras la Ciudad Condal, visitará otros lugares de España, Francia y Portugal hasta encontrar una ciudad que la albergue definitivamente. Nueva York, Liverpool, Madrid, París y Barcelona son las cinco urbes en liza por la muestra.
El objetivo final será la construcción de una réplica del Titanic al 50% de su tamaño. El proyecto prevé que al menos la proa del barco quede sumergida o en el mar, o en un lago o río de la ciudad elegida. El casco del nuevo buque acogerá tres hoteles y otros tantos restaurantes. Los más baratos, en el ‘infierno’ que hace casi cien años ocuparon los pasajeros de tercera clase. En la cubierta principal, un hotel de cinco estrellas y un lujoso restaurante .
Las bodegas del barco acogerán de forma permanente la exposición. Allí, sus visitantes podrán recorrer la historia de las personas que sobrevivieron o perdieron la vida en el naufragio más famoso de la historia. Su recuerdo quedarán para siempre en una estancia construida con sus fotografías y con el trazo de sus nombres.
‘Titanic, The Exhibition’ podrá verse en el Museo Marítimo de Barcelona hasta el próximo 10 de octubre
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